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POEMA A LA GUERRERA DEL CIELO

Bajo las montañas de verdes cimas,

donde el viento entona suaves rimas,

crecí en un rincón de aromas puros,

entre campos vivos y cielos oscuros.


Mi abuela, mujer de andar sereno,

con su pelo blanco y su abrazo bueno,

fue un faro eterno en días de guerra,

un roble erguido en nuestra tierra.


El fuego arrasó las verdes laderas,

la guerra llegó con noches enteras.

Mas ella, valiente, nunca cedía,

su fuerza inmensa todo vencía.


Su voz callada guardó dolores,

pues no hubo tiempo para clamores.

Con hijos al hombro y penas al pecho,

fue mi refugio, mi hogar, mi techo.


Pero el tiempo cruel, ladrón traidor,

borró su risa, su fiel candor.

Sus ojos se hundieron en la distancia,

y yo sentí una amarga fragancia.


La muerte llegó, sombría y callada,

tejiendo su manto de forma pausada.

No arrebató su vida al instante,

la desgarró en un suspiro constante.


Olvidó los cuentos, olvidó mi nombre,

la abuela se fue, quedó solo su renombre.

Su cuerpo seguía, pero no su alma,

la muerte avanzaba, fría y sin calma.


Hoy la recuerdo con dulce anhelo,

mi abuela guerrera de amor y cielo.

En mi corazón su vida florece,

porque su amor eterno no perece.

 
 
 

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